Querida Reina Maga,
Te escribo desde mi trinchera. De nuevo en campo de batalla.
Hubiera preferido, sinceramente, pedirte un cortado muy muy
caliente en cualquier terraza,
y hablar de la vida que pasa.
¡Pero a ti te va más la marcha!
¡Y nos has vuelto a llamar a combate!
He traído toda la artillería, y también mis mejores galas.
Y aquí estoy, con ella también. Ya sabes, cuando se trata de
ti , ¡No quiere perderse nada!
Y tranquila, prometo no desmayarme en caso de haber balas.
Pero antes de abrir filas, déjame que te cuente…
Quiero contarte que desde aquí, aún salvaguardándote, se te
ve gigante.
Que la sospecha del enemigo te ha hecho más bella, si cabe.
Si.
No me mires así.
Se trata de un brilli brilli que te marca cuando has ganado
la batalla.
Aunque ahora hayamos de nuevo desenfundado las armas.
La herencia de amor se te ve más clara.
Te miro y me enamoro.
Me enamoro porque me haces preguntarme cómo soy y a quién
quiero parecerme.
Me enamoro de la forma de proteger, más allá de viento y
marea, a tu camada.
De elegir por ellos las cicatrices que les quedaran de esta cruzada.
Legado innato de hermanas de sangre, lo llaman.
Te miro, y me enamoro.
Me enamoro también de la forma, tan humilde, que tienes de
esconder el miedo bajo las sábanas.
De llorar sin pudor.
De enseñarnos que no hay damas de hierro, sino con alma.
Porque se puede vencer, siendo antes vencida.
Porque en no rendirse está la gracia.
Y si, esta guerra no es nada grata.
Y que la que más sufres eres tú, está clara.
Que el final nadie lo sabe, pero tampoco nos hace falta.
Nos has enseñado a disfrutar y a vivir, así que sigamos en
ello con calma.
Que esto nos ha asustado, claro también está, pero a luchar
con AMOR nadie nos gana.
Que de lecciones está hecha la vida. Y tú eres la maestra de
muchas de las mías.
Te quiero tía.