30 de octubre de 2021


          BOLLO DE MANTEQUILLA


Berta, mi logopeda, olía a chocolate recién hecho, a churros, a domingo y a familia. Ese olor se mezclaba con el de los lápices, los libros y las aventuras del aula donde trabajábamos mi tartamudez. Leíamos en alto, yo siempre frente al espejo, con sus manos en mi diafragma. Jugábamos a las tarjetas/palabras y hacíamos ejercicios de fonética. Iba dónde ella todos los lunes, miércoles y viernes a primera hora y me gustaba. 
Mi habla, al igual que la de mi padre, mi tío, mi abuelo y más familiares pasados, empezó temprano a no ser fluida. No conseguía pronunciar las palabras con claridad, ni siquiera las terminaba. Mi voz sonaba atropellada, como un taladro y seguirme en cualquier conversación se hacía difícil ¿Os acordáis de Porki, el cerdito de Looney Tunes? Si, el de «¡¡Eso es to... eso es to... e-eeesto es todo amigos!!»…Pues así de graciosa podía parecer yo. 
Pero dentro de mí todo era claro, distinto, seguido y sin interrupciones. Yo hablaba como los demás pero solo si hablaba conmigo misma. Me escuchaba , en mi cabeza, igual  que yo escuchaba a los mayores.Y  convertí aquello en mi secreto, mi recreo. 
El problema se presentaba cuando tenía que dirigirme a alguien. Cuándo me subía a la tarima del colegio a presentar cualquier trabajo, cuando estábamos en familia, cuando quería entrar en alguna tienda de chucherías o hasta cuándo quería preguntar la hora. Mis cuerdas vocales se bloqueaban y mi cuerpo se anticipaba : respiración acelerada, sudor, mareos , desenfoque y desequilibrio emocional ante cualquiera situación de esas. Yo sabía que las palabras no me iban a salir, que se iban a quedar atascadas ahí dentro,lo notaba, y lo noto. 
Es una sensación rápida, como una pequeña alerta que me ayuda, ahora ya adulta, a bajar el ritmo, a pararme y a respirar. Porque Berta me enseñó a conocerme, a controlar mi respiración para que el aire me ayudara con las vocales y consonantes. A pararme , si me atasco, en los párrafos (o en la vida) y volver a empezar. Hay personas que te cuidan más allá del cuidado y yo tuve la suerte de que me tocase durante doce años una de esas. Pero llegué a ella gracias a mí madre, el amor de mi vida. A la que buscaba de pequeña , y busco, cuando tartamudeo porque está dentro de mí diciéndome " Tranquila hija, respira". A la que seguro le dolieron algunas risas y burlas hacía la niña pero se las calló en abrazos fuertes,en viernes de bollo de mantequilla y en la mejor colección de libros de Barco de Vapor. 
Mi madre pidió ayuda para intentar solucionar el problema de dicción que tenía su hija. Se dejó aconsejar y ayudar porque sabía que no podía hacerlo sola. Y una vez más, acertó. 
Hubo momentos duros pero nos dió a ambas la oportunidad de mejorar. 
Gracias (infinitas si existiesen)  a Berta, por sus manos en mi diafragma que siguen aquí y le enseñaré algún día, ojalá pronto, cuando volvamos a vernos. 
Y gracias siempre al amor de mi vida por crecer conmigo y estos miedos. Aunque tengo que confesarte que aún no me he  atrevido a leer en alto en el taller de escritura...¡En esas ando,madre! !Poco a poco! 
Por cierto, no sé si te lo he dicho, la profesora del taller se llama Berta y también huele a chocolate recién hecho. 




 


 

 



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