8 de diciembre de 2021

 

                                   

        

LA OPCIÓN DE (MI) VIDA

Ser madre es una opción.

A veces, quizás demasiado, tengo que recordármelo.

Porque tengo la sensación de que por el mero hecho de poder serlo, tengamos que serlo.

Esta pandemia, así como de repente, ha sumado dos años más a una edad biológica que está comenzando a caer. Empiezo a ser mayor para tener hijos. Así, sin miramientos.

Treinta y seis años y soy mayor.

Empieza a oler a arroz chamuscado.

Y tengo que empezar, por lo que se ve, a pensarlo, a planteármelo.

Vamos, a ponerme a ello. A turnos de mañana, tarde y noche, si es necesario.

Entonces, llego a casa y entre tanta indirecta directa, me pregunto a ver qué quiero.

Y es ahí, cuando para silenciar esas voces que no sabes de dónde vienen , ni porqué aparecen y que hace años no estaban, me repito que ser madre es una opción. No como otra cualquiera, claro está, pero sí mía. Muy mía.

Me excuso al no estar pensando en eso, cuando parece que debo hacerlo.

Me perdono por tener mas ganas de irme de fin de semana con mis amigas o con mi pareja, o de medias maratones, o de escribir un libro, que de traer una criatura al mundo.

Y me asombro, incluso, al no verlo anotado en la agenda del futuro.

No sé si seré madre porque no sé si quiero serlo.

Así de simple.

Ni siquiera sé si tengo que sentir algo especial o diferente para ello ; en plan un sonajero interno, unas ganas de kilos palpitantes tremendas o un amor tan inmenso , superior a mi misma, que aún no he tenido el placer de conocer.

No lo tengo tan claro como otras mujeres y no sé si eso es bueno o malo, tampoco me lo planteo.

Y no lo tengo tan claro como he tenido, y tengo, otras cosas en mi vida.

Quizás sea , sencillamente, porque quiero seguir conmigo un rato más. O siempre.

Aunque al mismo tiempo, lo reconozco, seguro que por el trajín que la cigüeña ha tenido a mi alrededor, me imagino en un espejo sacando fotos a mi tripa y tengo un nombre en la chistera por si acaso me pilla la luna llena. Pero todo está como desdibujado, aún sin cuajo.

Porque por si alguien no lo sabe, cosa que dudo, decidir ser madre, intentar ser madre y/o lograr ser madre no es fácil.

Imaginaréis que no es como elegir la serie que veréis hoy en el sofá.

Ni el libro de este mes.

Ni siquiera es como elegir un piso o un trabajo.

Decidirlo, intentarlo y/o lograrlo es otra cosa.

Pero por encima de todo, es una opción.






30 de octubre de 2021


          BOLLO DE MANTEQUILLA


Berta, mi logopeda, olía a chocolate recién hecho, a churros, a domingo y a familia. Ese olor se mezclaba con el de los lápices, los libros y las aventuras del aula donde trabajábamos mi tartamudez. Leíamos en alto, yo siempre frente al espejo, con sus manos en mi diafragma. Jugábamos a las tarjetas/palabras y hacíamos ejercicios de fonética. Iba dónde ella todos los lunes, miércoles y viernes a primera hora y me gustaba. 
Mi habla, al igual que la de mi padre, mi tío, mi abuelo y más familiares pasados, empezó temprano a no ser fluida. No conseguía pronunciar las palabras con claridad, ni siquiera las terminaba. Mi voz sonaba atropellada, como un taladro y seguirme en cualquier conversación se hacía difícil ¿Os acordáis de Porki, el cerdito de Looney Tunes? Si, el de «¡¡Eso es to... eso es to... e-eeesto es todo amigos!!»…Pues así de graciosa podía parecer yo. 
Pero dentro de mí todo era claro, distinto, seguido y sin interrupciones. Yo hablaba como los demás pero solo si hablaba conmigo misma. Me escuchaba , en mi cabeza, igual  que yo escuchaba a los mayores.Y  convertí aquello en mi secreto, mi recreo. 
El problema se presentaba cuando tenía que dirigirme a alguien. Cuándo me subía a la tarima del colegio a presentar cualquier trabajo, cuando estábamos en familia, cuando quería entrar en alguna tienda de chucherías o hasta cuándo quería preguntar la hora. Mis cuerdas vocales se bloqueaban y mi cuerpo se anticipaba : respiración acelerada, sudor, mareos , desenfoque y desequilibrio emocional ante cualquiera situación de esas. Yo sabía que las palabras no me iban a salir, que se iban a quedar atascadas ahí dentro,lo notaba, y lo noto. 
Es una sensación rápida, como una pequeña alerta que me ayuda, ahora ya adulta, a bajar el ritmo, a pararme y a respirar. Porque Berta me enseñó a conocerme, a controlar mi respiración para que el aire me ayudara con las vocales y consonantes. A pararme , si me atasco, en los párrafos (o en la vida) y volver a empezar. Hay personas que te cuidan más allá del cuidado y yo tuve la suerte de que me tocase durante doce años una de esas. Pero llegué a ella gracias a mí madre, el amor de mi vida. A la que buscaba de pequeña , y busco, cuando tartamudeo porque está dentro de mí diciéndome " Tranquila hija, respira". A la que seguro le dolieron algunas risas y burlas hacía la niña pero se las calló en abrazos fuertes,en viernes de bollo de mantequilla y en la mejor colección de libros de Barco de Vapor. 
Mi madre pidió ayuda para intentar solucionar el problema de dicción que tenía su hija. Se dejó aconsejar y ayudar porque sabía que no podía hacerlo sola. Y una vez más, acertó. 
Hubo momentos duros pero nos dió a ambas la oportunidad de mejorar. 
Gracias (infinitas si existiesen)  a Berta, por sus manos en mi diafragma que siguen aquí y le enseñaré algún día, ojalá pronto, cuando volvamos a vernos. 
Y gracias siempre al amor de mi vida por crecer conmigo y estos miedos. Aunque tengo que confesarte que aún no me he  atrevido a leer en alto en el taller de escritura...¡En esas ando,madre! !Poco a poco! 
Por cierto, no sé si te lo he dicho, la profesora del taller se llama Berta y también huele a chocolate recién hecho. 




 


 

 



21 de septiembre de 2021

   

    

  SIN QUERER

 —Te quiero

—Con querer no va a ser suficiente.

—Pero por algo se empieza.

—Y por eso mismo, a veces, se acaba.

 

Nadie, solo el tiempo y el dolor de los finales, te revela eso.

Que hay declaraciones de amor que se detienen, sin saberse, en la soledad de la intención.

Lo mismo que septiembre y sus sin ganas.  

Que empiezan a liarse los bártulos, los besos, los wasaps.

Y uno, mientras ama y duele, se da cuenta de que no todo puede caber bajo el nombre del amor.

Que habrá te quieros que por sus formas, su ser, o a la mejor por sus justas medidas, no nos entren en las ropas. Y nos aprieten las costillas.

Que ya sea muy larga la lista de la compra.

Y ninguno de los dos seremos culpables, ni prisioneros, de esas figuras que ya solo encajen bajo las sábanas.

No. Tampoco dos cuerpos húmedos bastarán.

Y será ese te quiero el suficiente, justo el del principio, el que nos despida.

Y será un día cualquiera, de viento dócil, seguro que honestos, con las mínimas heridas.


—Pues, entonces, quizás sea mejor empezar sin querer.

 

 

 

 

 

 

24 de julio de 2021

        Relato publicado en el libro "De puertas adentro" editado por ALEA Bilbao.     

                                                                     

EL DEDO ANULAR 


Años atrás, aunque la mayoría de las personas que estaban allí desconocían el dato, ese mismo lugar había sido uno de los primeros colegios de la zona, y por supuesto religioso, dónde solo se enseñaba a niños privilegiados. Ella había visto fotos y reconoció la fachada principal, hoy decorada con un arco floral, que antaño elegían de fondo en las fotos anuales de los alumnos. Entre ellos, primero un abuelo y después un padre, bajito y gordo,que hoy desde otro lugar teñía ya el día con nubes negras. Auguraban rayos, relámpagos y truenos, habían presagiado hasta una galerna a última hora de la tarde. Un viento tan fuerte que se llevaría el tenderete blanco del jardín, las mesas, las sillas, las luces. No se descartaba, ante tanta alarma, que el restaurante entero saliese volando. De poco habían servido los huevos a la virgen y las plegarias en petición del astro luminoso. Ella, acomodada ya en su mesa, miraba las gotas romperse sobre los cristales de los ventanales. Podía oír, a pesar del bullicio de la gente, que el cielo se revolvía encima de sus cabezas y las nubes se chocaban unas con otras. Cómo su padre la gritaba tras la puerta de la habitación, cómo su mano golpeaba fuerte la madera y cómo su madre, a media noche, se colaba en su cama para calmarla. De niña le daban miedo los truenos : gritaba, temblaba, vomitaba o se meaba encima. Entonces su padre le gritaba que los niños de su edad no hacían esas cosas, que la próxima vez le sacaría al jardín hasta que se callase, que los niños de su edad eran mas valientes. Que los niños, que los niños, nunca la comparaba con las niñas. No llevaba pendientes, ni usaba lazos y apenas tuvo vestidos. Se llamaba  María José pero su padre apenas pronunciaba María. 


Un relámpago, de repente, iluminó el exterior del restaurante. Nadie más se percató. Andaban a comer, a beber, a olvidar. Otro rayo más y se cae la lampara, pensó. Y asomó despacio la mano que escondía debajo de la mesa, acercándola poco a poco al centro, en un movimiento infantil. Si cae por la parte afilada, en un golpe seco, que me atraviese, por favor, el dedo anular. Facilitó el deseo extendiendo bien las falanges, dejando espacio,  como cuando era pequeña y aguantaba la respiración más de lo debido en la piscina del internado. Y que del perfecto corte la alianza salga volando por el comedor, con un trozo de carne. Algunos comensales se preocuparían, por si lo pisan, y lo buscarían rápido entre sus pies, arrastrándose por el suelo. ¡Está aquí! ¡No,está aquí! ¡Lo he encontrado! 

Pero nadie miraría el chorro de sangre del otro trozo, ni los otros dedos huérfanos. Nadie se fijaría en ella, ni en el liquido rojo que le caería a borbotones por la mano. Podría, incluso,  levantarse, llenar las copas con su vino sagrado y brindar juntos por aquella bacanal. Nadie se percataría porque el color era parecido. Ni siquiera Juan se inmutaría demasiado, te compraré otro anillo, amor mío, y un dedo si es necesario. Un amor mío que comenzaba el primer verano de su vida, después del internado, con su primer bikini y sus primeras amigas. Se encariñó del chico que la trataba como a una chica, del chico más guapo del mundo y del primero que empezó a llamarla solo María. Un día le regaló una pulsera de hilo y se besaron en el baño del bar. A ella no le gustó, pero estaba enamorada, o eso creía. Juan la invitó a salir y ella dijo que sí, empezó a visitarla los domingos, su madre hacía bizcocho y paseaban por el barrio. Y una tarde de esas, su padre también dijo que sí y los dos hombres ahora de la casa brindaron felices. Será después de la universidad , escuchó decir, y decidió,entonces, estudiar medicina mientras su madre encendía el horno entre lágrimas.

Un segundo relámpago, más largo, cayó sobre el techo del restaurante. María miró de nuevo a la lampara, podía ver las pequeñas lágrimas de cristal que la decoraban tintinear unas contra otras. Y comenzó a desear, con más fuerza, que esta vez el golpe le partiera en dos la cabeza. Pero no del todo, mejor dejar el cerebro entreabierto, que se vea bien la cavidad, los lóbulos, los ganglios basales. La amígdala en éxtasis de emoción. Que el corte le llegara hasta la nariz y dejara un ojo a cada lado,por cada hemisferio, con la vista al frente para disfrutar de aquella fiesta. Sentada en mitad del comedor, podría probar sus vísceras con la punta de la lengua, que ya le pintaban los labios de rojo. La sangre le teñía una a una las perlas blancas del collar que adornaba su cuello, alcanzaría por el escote, ansiosa, ambos pechos. Sentía la muerte caliente, ardiendo, por el estómago y en un acto involuntario se tapó la entrepierna con sus cuatro dedos. El reguero bajaba por los tobillos hasta meterse en sus zapatos. El charco, como el odio, se hacía grande a sus pies. El bajo del vestido, la alfombra empapada, la sangre ya despilfarrada. El resto de invitados echarían un paso atrás, aterrados,mientras el vino de sus copas se escaparía ensuciándoles las manos. Gritarían como los truenos que hacía rato habían cesado y los pobres niños, como ella en su habitación azul, se orinarían de miedo. 


Fuera ya no llovía pero las sillas aún goteaban y la lona blanca sujetaba el agua acumulada. Después del trance le calmó ensimismarse en esa imagen igual que hacia de pequeña con las ilustraciones de los libros que leía. Viajaba a todos esos lugares pintorescos, buscaba tesoros e inventaba historietas. En muchas de ellas un hombre bajito y gordo tenia un accidente de coche y se despeñaba por la cuneta. 

La música sonaba cada vez mas alto y el jaleo de la gente le hizo volver al holgorio. Los camareros se preparaban para servir el postre. Su madre se acercó a ella y le acarició la mano. Y de repente,en mitad de aquel bullicio, al clamor de vivan los novios, el cuerpo de Juan cayó a plomo lleno de cristales y la sangre lo salpicó todo. 











2 de julio de 2021

 

LA TILDE DE TÉ 

 

Llevo sin verme un tiempo.

 

Lo achaco a la vorágine vírica que parece ya despedirse (cuidado, no venirse arriba).

 

O a las prisas que nos atamos siempre a los cordones para no llegar a ningún sitio.

 

Quizás también tenga que ver la tela guardiana que nos abriga los dientes y nos ha robado palabras.

 

Veo te quieros entre soplos  disipados en la calle.

 

Susurros de auxilio en las nuevas terrazas de los bares. 

 

Y esta cabeza peluda, últimamente, se para en áreas rumiantes.

 

La noto miedosa. Ha vuelto a dar la luz de la mesilla.

 

Menos mal que en las estaciones ya nos esperan  los abrazos y cervezas que calmaran, sin ellos saber, las guerras venideras.

 

Hacen cola los planes, cara a cara, en los que nos darán las tantas.

 

Que te apoyes en mi pecho, amiga,  porque te vence la risa. 

 

Hablar de todo sin saber de nada.

 

Tenemos que vernos porque me echo de menos.



13 de marzo de 2021

 

¿Qué más?


Esta mañana me ha llegado un mensaje de Wasup : A ver si esto pasa pronto y nos volvemos a ver.

Y me he preguntado ; a ver si pasa ¿El qué? ¿Tiene que pasar algo más? Y si es así, ¿Cuándo va a pasar?

Me da la sensación de que estamos esperando a que alguien saque la claqueta y diga eso de ¡Corten! ¡Corten!.

O que de repente, esto que pasa, igual que vino se vaya.

Y quizás no tenga que pasar nada, que no esté pasando ya, para que nos tomemos ese café,  

nos queramos o nos volvamos a ver.

Porque ahora sí el mejor plan es tener la oportunidad de ese plan.

La vida se metió por medio hace meses pero no se detuvo. Al contrario, nos dió más tiempo.

Más tiempo para asimilar, tranquilos y desde casa, que somos unas simples motitas de polvo.

El mosquito pesado de verano o la mariposa de mil colores que de repente se te cruza.

Si. Casi inapreciables. Yo tampoco lo sabía.

Somos lo que fluye mientras eso que pasa, pasa.

Y nada será como antes porque no estamos todos los de antes.

Tú estás aquí, yo también ¿Qué más?


2 de enero de 2021

LIMONES 

Tengo las uñas de los pies pintadas de rojo. Solo ocho porque nunca me he encontrado la uñas de los dedos meniques. Ese es el típico secreto que si cuentas, sería universal. Como el de mearse de gusto en la ducha. Me las he pintado porque había que entrar en el año nuevo con buen pie y de rojo, tradiciones absurdas que haces no sabes porqué coño razón. Quizás alguien decidió el año pasado pintárselas de amarillo chillón y mira la que ha liado. ¡Quita! ¡Quita! ¡No vaya a ser cosa de meigas esto! Me he visto las uñas al sacar la pataza de la cama, este uno de Enero del año uno. Ahora que lo pienso, ¿Había también que levantarse posando primero el pie derecho? ¡Joder! ¡Ya la estamos liando!

Digo que es el año uno porque me siento un poco como el filósofo Locke, en tabula rasa. Porque yo no sé a vosotros, pero a mí esto del año veinte me ha dejado, a veces, en blanco. Completamente fuera de juego. Vamos, que no tenia ni puta idea de nada. Como si mis anteriores experiencias, algunas subrayadas a conciencia, no me hubieran valido para nada. Así que por lo menos que este año nos pille con el cuaderno cerca, boli en mano y observando las primeras filas. ¡Tranquilos, tampoco hay que ir de empollones! Primero habrá que escuchar, porque eso de creernos, a veces, sabedores de todo nos ha hecho ya demasiado ignorantes. También tendremos que estar atentos y, cuando sea posible, buscar ese algo que despistamos la otra vez. Porque yo, personalmente, tuve que despistarme en el momento que se hablo del miedo, de la angustia. No debí de entender muy bien los apuntes que me pasaron. O para ser honesta, igual pensé que no me tocaría esa pregunta en el examen.

Otra cosa, y ya termino. El último día, no sé si con eso de que eran las doce y el toque de queda, me sentí muy confusa. Por un momento, con tanta expectación, me vi subiendo la escalinata, notando como el zapato de cristal se me soltaba, dejando mis cuatro uñitas rojas al descubierto. Tanto las doce, ya son las doce, que me creí, pobre de mí, Cenicienta. Pero seguido, salió Nala, mi leona de la selva. Y hoy, en la cama, fijaros como esta la casa, me sentí un poco Bella Durmiente esperando que alguien me salve con un beso. Bueno, si es más de uno, mejor. Todo producto de la impronta de Disney, que le vamos hacer. 

Ahora voy a intentar hacer una limonada con los limones que dejas siempre al fondo de la nevera. ¿A vosotros también os pasa? Entre los limones y los ajos no me extraña que perdamos, por momentos, el sentido. 


Primer relato del año uno.

Receta de la limonada: Serie This is Us 

Gracias 



25 de noviembre de 2020


A mí también.

A mí también me ha empezado a asustar el mañana.

Pasos torpes, indecisión y poca gana.

Con este barullo maldito que ni con distancia se calla.

Una sensación de felicidad extraña cuando algo bueno pasa.

Como sino mereciera un poco de gracia.

Si.

A mí también me pasa.

También me han tocado lunas rabiosas en noches muy largas.

Y empiezan a dolerme los dientes, los aprieto por cada abrazo que

amontono.

Sospecho que no sabré qué hacer cuando se marche esta culpa y pueda

tocarte.

Y sí.

También contesto con un bien apresurado cuando me preguntan qué tal.

Mentir, a veces, socorre.

Algún día he llorado en el coche de camino a casa.

Y me ha dado miedo llamar por si algo pasaba. 

No es hacerse fuerte.

Solo te cuido mientras preparo el café.

Ahí te contaré, amiga, aunque tú ya lo sepas.


11 de noviembre de 2020


 



EL GATO

´´No me mires así. Por lo menos tendré que probarlo´´ Te dije mientras te posaba a mi lado y buscaba el sacacorchos.

En Barcelona nos instalamos rápido. Te situé al fondo del salón, en un rincón. Parecía que las cortinas, a juego con tu color leña, te acariciaban el lomo. Ahí quedabas bien. No estorbabas. En el último piso te coloqué de tal forma que sujetabas la puerta de la cocina, que con la corriente a veces se cerraba de golpe. Así que no te quejes, a la habitación no vas a volver porque no hay amantes que vigilar.

Yo mientras me puse a trabajar y sin darme cuenta han pasado los dos años. Ahora creo que nos va a tocar Valencia.

Pronto los de la mudanza tocarán el timbre. Pero este rato a solas, como en las típicas películas de comedia romántica, debe merecer la pena. El casero ha estado hace unas horas, agradecido por este tiempo y por el trato. Ha sido él quién me ha traído esta botella de tinto, con una tarjeta en la que me deseaba lo mejor. La primera vez que le vi supe que era un buen hombre.  Me ayudó a subir las maletas, mientras yo te llevaba bajo el brazo. ¿Te acuerdas? Ha sido la única persona que ha entrado en el apartamento esta temporada.

Llamaba a la portería cada vez que se rompía algo. Él subía encantado, y después recogía mi agradecimiento en forma de licor que le dejaba en la mesa del comedor.

Hoy era al revés. El pobre a saber dónde había conseguido este vino tan caro.

Beber esta cosecha en vaso de plástico iba a ser un sacrilegio, pero las copas seguían guardadas desde la última mudanza.

´´Mañana es mi cumpleaños. Si llego a tiempo, voy a comprar marisco y un buen postre para cenar. ¿Qué te parece? Quiero también llamar a mi hermana, la debo una invitación. E igual me regalo un vestido´´ - Te conté mientras me servía el pimple.

´´Vamos a brindar por otra etapa superada. Oye, ¿Dónde quieres esta vez el piso? ¿Les digo a mis jefes que preferimos costa? ¡¡Ver los domingos a una mujer y a un gato de madera pasear por la playa tiene que ser divertido!!- Llorar y reír a la vez que bien sentaba.

´´Es agotador esto de tener que estar siempre bien. Me duelen los pies de tanto tacón de aguja y odio este color de labios. Lloro en la ducha para que nadie me oiga, como si viviera con alguien. Y sigo comprando comida de más por si acaso invito alguna compañera o por si acaso conozco a alguien. ¡Por si acaso mierda! ´´- Si. Sé que sueno como una canción antigua de pop. Ya me lo digo yo. A ti se te da mejor escuchar.

Puse el corcho a la botella y la coloqué en la mesa del comedor. Me calcé las agujas, mientras me metía la camisa por dentro del pantalón.

Cogí un trozo de papel de cocina, me agaché y con el reflejo de la vitrocerámica me sequé las lágrimas y limpié el carmín que sobresalía de su sitio.

Preparé el talón para la empresa de transporte y eché el último vistazo.

Te busqué de nuevo. Te acaricié el rostro, como si lo sintieras, y te coloqué en tu rincón.

No sé qué te vi en ese mercadillo de Londres donde te compré. Igual fue por el aire vigoroso que se te aparece o la mirada triste que te han pintado. O porque estaba enamorada.  

El caso es que me sigues a todas partes. Manda narices, como si no hubiera mejor decorado que una estatua de un felino. Te has convertido en parte de algo y ese no era el plan.

Los de la mudanza van a terminar pronto porque cada vez tengo menos trastos.

"Disculpa, ¿Con la figura que hay en el salón qué hacemos?"

"Déjenla ahí. Regalo para los siguientes"

Segundo relato

 


30 de octubre de 2020


 


POMPAS DE JABÓN 

No sé si saldremos mejor de esto.

Si más sabios o más parvos.

Nos cuesta coger postura.

Y hay pespuntes que no ceden.

Pero debemos remangarnos, ponernos las katiuskas y salir a remar.

Seguimos aquí pero a ritmo cambiado.

Facilitarnos los pasos y limpiar las brozas que quedaron.

 Los abrazos irán perdiendo pecado.

Hagámoslo como podamos y como sepamos.

Con miedo, con rabia, con cuidado. 

Cada casa tiene su lista.

Concedámonos también el arrebato y el llanto.

Porque hay momentos, cierto, que son para mandarlo todo a tomar por saco.

Eso socorre y alivia. 

Y mientras tanto, busquemos hacer pompas de jabón en nuestros patios.

 Juguemos al pilla-pilla con el de al lado.

Que la risa no está tan lejos y  tranquiliza.

15 de octubre de 2020

 



ESCAPARATE  

De repente, me vi desnuda en mitad de la calle.

Notaba el frío entrar en mí.

Hice el amago hasta de tocarme la ropa, mientras el pánico venía.

Le miré a mi pareja y el desconcierto nos delataba.

- ¡Chica, chica! - Nos gritaron minutos antes.

 

Una mano sigilosa, entre él y yo, había entrado en el bolsillo derecho de mi abrigo.

Un movimiento magistral y se había llevado una vida empaquetada en litio.

Al tiempo que los dos tortolitos nos agarrabamos de las manos, bajo el paraguas, mientras caminábamos hacía casa.

Me había fijado en él poco antes de llegar a su altura.

Barba, piel morena y sin mascarilla.

¿Habría sido el estampado tan bonito de mi abrigo lo que le llamó la atención?

Era momento de llevarlo a la tintorería

No le iba a interesar, pero si quisiera, sabría de un vistazo lo que como, dónde vivo y que tengo nuevos martes.

Podría hasta irse de vacaciones con mi remanente financiero.

 

En la comisaria, esperando a la denuncia, le imaginé poniéndose detrás mío al cruzar la esquina.

Le basto solo un giro, igual que a la cámara de seguridad del edificio, para enfocarme.

Se nos debe de ver muy bien a los tres.

Después de las llamadas correspondientes para cancelar mis accesos y la tarjeta del móvil, pensé en lo vulnerables que en realidad somos.

El frío y el pánico había levantado por un momento mi piel.

Un desconocido iba a saber que me da miedo leer en público porque me pongo a tartamudear.

Que echo de menos a mi madre más de lo que debería, y que tengo una receta médica mensual.

Suena a risa eso de que protegemos nuestra intimidad dentro de este mundo escaparate.

 

Cuatro cifras como clave no deberían guardar tanta información.

Demasiados oídos cada vez que susurramos.

Sigo sin móvil. Ni prisa en ello.

Quise contar sobre mí en el relato que mandó Berta, la profesora del curso de escritura. 

Pero la vida me dió otra idea.

Primer relato 

Gracias , Berta Delgado

 

 

  El gimnasio Llevo un jersey que no es mío , está limpio y me vale, los pantalones rojos de hace días y las zapatillas de deporte , las últ...